domingo, 2 de noviembre de 2008

Día 2

Rosco opta por investigar a fondo la buhardilla de la cabaña del pescador hasta dar con un tablón suelto en el suelo. Tras comprobar minuciosamente que no existía ningún indicio de trampa ni ningún otro mecanismo artero, levanta el tablón para descubrir un compartimento donde se escondía una pequeña bolsa en cuyo interior se guardaban un medallón y una carta.

Caronte, por su parte, decide examinar el brasero de la planta baja de la casa, y recoge en un trozo de tela los restos calcinados de carbón como si fueran un pequeño tesoro. Lo que pasa por la cabeza del sonriente semielfo sólo él lo sabe.

Ni Rosco ni Caronte son capaces de descifrar el contenido de la carta, que años de humedad han emborronado hasta dejarla casi ilegible. Rosco, tras examinar el medallón con cuidado, se lo guarda rápidamente en sus calzones, ante la mirada de repugnancia del bardo. El brillo en los pícaros ojos del mediano parece pasar desapercibido para el bardo.

Mientras tanto, Zuk y Bróttor esperan fuera. El druida repasa las pertenencias que el grupo ha acumulado hasta la fecha y decide que el mejor curso de acción es aprovechar la tela del camastro de la casa para envolver las cosas y transportarlas más fácilmente. El bárbaro no hace otra cosa que refunfuñar, impaciente por partir de una vez.

Transcurrida una hora, el grupo abandona la playa siguiendo el camino que se interna en el bosque. ¿Quién sabe qué nuevos peligros abordarán a nuestros intrépidos aventureros que ahora caminan juntos unidos por el destino?